Dulce Dama: Hoy más que nunca me asalta la inquietud de decirte cuánto pena mi alma, que desea estar junto a ti, ya no soporta tanta espera, la locura anda rondando la casa.
Mi verbo no es paciente, no es relajado... efímero... mi verbo acompaña a la acción en la más noble de las misiones, que es la de amar y compartir la vida contigo ¡Maravillosa mujer... mi enigma... mi musa adorada!
La vida no perdona con su implacable reloj de tiempo que marca las horas pasadas, prueba evidente de nuestro transito fugaz por la luminosa esfera azul... con el verdor de sus gemas esmeralda.
Me levanto cada mañana a sabiendas que no alcanzan las horas del día para dejar un espacio de mis pensamientos fuera de ti y como un soñador... este poeta no renuncia a tu búsqueda. Confieso que dejo el cuerpo en la batalla, cual gladiador vencido que no acepta rendición, quizás por eso resucito después de un breve reposo en los amaneceres.
Quisiera detener el tiempo para que no crezca mas él vació, que invade más y más mi alma.
Mi tortura es no poder llegar a donde tú estés y tenerte conmigo... para amarte con intensa pasión. Sufro entonces la agonía de mi ambición, pues tú eres la mujer de mis sueños... de mi vida. Este dolor que me acompaña, al mismo tiempo me consume, sintiéndome cenizas... de los despojos que aun quedan de mi alma.
Desde que me impregné de ti... mi bella fragancia... todos los días muero y resucito... para morir otra vez en ti y en la espera cruel... que se agiganta, pues crece en la distancia.
¡Reloj de arena hecho trizas, arenas esparcidas en el tiempo, como cenizas de la vida sin esperanzas!...
Mientras me queden fuerzas, escribiré mis versos cada noche, escribiré para saber tu nombre...
Expresaré el febril sentimiento para amarte y el mayor deseo por encontrarte, escribiré para ti... mi esencia... mi elixir de amor... mi cruel veneno... mi dama sin nombre, mi mujer amada.
Patricia Gonzalez
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