Cuando miro a Molina Campos, veo a un niño intentando pintar gauchos de una forma más amigable a la que los veía.
Fascinado por las tradiciones de la tierra y sus paisanos, recorrió junto a su segunda esposa, los pueblos del interior para contactarse con ellos y fue un gran detallista de la vida del hombre de campo y sus costumbres. Pernoctaban en los ranchos, participaban de fiestas, casamientos y domas, quería conectar con ellos, vivir la experiencia desde adentro y no ser un simple espectador. Formar vínculos, apreciar sus creencias, conocer sus costumbres, sus necesidades, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes, es decir ese conjunto de cualidades que constituye el cuadro de su fisonomía moral y las eventualidades de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Se puede inferir, entonces, todo lo austero, el sacrificio, lo heroico que le ha significado al gaucho poblar el campo argentino. Jinetes de la tierra, hombres de un corazón noble y bravo, de una inteligencia sorprendente, hospitalarios, sobrios y generosos.
"Yo no hago más que expresar la realidad, exagerando ciertos rangos, de personas y animales, como si los viera a través de un lente deformador. Pinto al gaucho, el que he visto en años lejanos, cuando aún existían verdaderos gauchos, porque los conozco y los comprendo. Dentro de poco, aventados por el progreso y el cosmopolitismo será tarde copiarlos al natural. "Simplemente quiero captar y perpetuar en mi obra todo lo que hay de interesante y pintoresco en ese gauchaje que pronto será sólo un recuerdo, una leyenda".
Milton Santos, decía que el paisaje es simple de definir: «Todo lo que vemos o lo que nuestra visión alcanza, es el paisaje; el dominio de lo visible. No sólo está formado por volúmenes, sino también por colores, movimientos, olores, sonidos, etc.». Esto Molina Campos lo comprendió muy bien y se ve claramente reflejado en su dibujos costumbristas y detallistas de la pampa. Acude al paisaje como nexo entre el hombre y el lugar. El paisaje y sus características es lo que habilita y da lugar al hombre que lo habita y a su autocaracterización, necesaria para sobrevivir en él.
Sumamente comprometido en preservar el patrimonio cultural gauchesco y transmitirlo a futuras generaciones, animaba a los artistas de todas las ramas, a que fueran a la pampa a recoger el testimonio de nuestro folklore nativo. La pampa, olía a olvido, a abandono y sentía una sensación de despedida constante.
Quería devolver al presente una de las más insoslayables vivencias de nuestro patrimonio cultural; pero fundamentalmente rescatar y proteger nuestras expresiones más autóctonas a modo de compromiso con nuestra identidad cultural.
"Yo le diría a los escritores, a los músicos, a los pintores: vayan a la pampa, a los montes, a las sierras y recojan nuestro inmenso caudal disperso, que aún está a tiempo para salvar el folklore nativo. ¡Triste será que las futuras generaciones nos pidan cuentas! ¡Triste será que no podamos decirles que fue del gaucho, y que hemos hecho por mantener la Tradición Nacional!".
Había mucho que retratar en esa amplia extensión de tierras interminables. El paisaje; los cielos; la hospitalidad del rancho abierto al forastero; el Interior de la pulpería, segundo hogar del gaucho; la doma y la jineteada; las fiestas; las guitarreadas; las payadas; la china; el mate; el asado; el vino y el fiel compañero que nunca podía faltar: el perro. Nobles íconos de la tradición gauchesca.
La llanura pampeana es un vasto campo de soledades que abrazaba al gaucho con todas sus fuerzas e inclemencias, obligándolo a abrirse camino en las situaciones más adversas. No era desolación, es decir ausencia del “otro”. Era soledad: la presencia de uno mismo, una desbordante presencia para soportar. Está tan llena de ti, que no existe la necesidad del otro. Para palear la desolación tenía a la china, pero sólo se tenía así mismo para enfrentar su soledad. La delgada línea entre la filosofía y el hombre. Creo que en ese punto se para la obra del pintor. Quizá ese haya sido el motivo por el que Molina Campos los caricaturizaba en forma grotesca, pero de manera simpática, entre burlón y afectuoso, para no pintar su expresión cansada, su mirada triste y sus arrugas que se alzaban en su rostro como surcos prominentes que daban cuenta de la vida sacrificada que llevaban y a veces doliente.
Pretendía inmortalizar al gaucho que
pronto se convertiría en leyenda, pero de una manera particular, como si lo mirara a través de un espejo que deformara la realidad, una parodia y deformación de los paisanos que lejos de ofenderse, no se daban por aludidos.
Su testimonio fueron los Dibujos costumbristas de la pampa. Género pictórico y literario que pone especial atención en la representación de las costumbres típicas de un país o región. El costumbrismo es una corriente literaria del Siglo XIX de carácter romántico que se manifestaba en periódicos y revistas.
Su obra no fue pretenciosa. No aspiraba a ser parte del Museo de Louvre, Fue el artista de los gauchos y de los pobres, que le dijo que no a Walt Disney.
Por Eleonora Valentini
No hay comentarios:
Publicar un comentario